Nuestra historia

Recuerdo perfectamente el día que llegué a la casa de mis padres con un par de zapatos nuevos.
No eran cualquier zapato, tenían algo especial.

Cuando crucé la puerta y mis papás me vieron, la reacción me dejó sin palabras: los dos se quedaron quietos, mirándome fijamente… y de pronto, vi cómo sus ojos se llenaban de lágrimas.

No entendía qué pasaba. Mi papá parecía viajar en el tiempo, y mi mamá, con una mezcla de nostalgia y ternura, lo acompañaba en ese silencio tan profundo que solo se rompe con recuerdos.

Me acerqué y les pregunté:
“¿Qué pasa?”

Mi papá respiró hondo y me dijo:
“Esos zapatos… son iguales a los que usábamos en la escuela. Tus abuelos hacían un gran esfuerzo para comprárnoslos. Eran un símbolo de orgullo.”

Mi mamá asintió y agregó con una sonrisa entre lágrimas:
“Sí, todos queríamos tenerlos. Eran los famosos Forche. No importaba cuánto costara, nuestros padres hacían lo imposible por vernos felices con ellos.”

Ese momento me marcó. Porque entendí que un par de zapatos podía ser mucho más que cuero y suela: podía ser un puente hacia los recuerdos más puros de la vida, un viaje a la infancia, un homenaje al esfuerzo de nuestros padres y abuelos.

Y no quiero mentirte: la marca de aquella época no era Doquin. Eran otras, pero el tiempo las borró, desaparecieron… y con ellas, parte de esos recuerdos.

Ahí entendí algo: si esas marcas ya no existían, alguien tenía que tomar la responsabilidad de rescatar esa esencia, ese legado.

Así nació Doquin.
No como una marca más de zapatos, sino como un homenaje a lo clásico, a lo auténtico, a la memoria de miles de familias que crecieron con ellos.

Doquin no solo fabrica zapatos. Doquin fabrica recuerdos.